miércoles, 17 de octubre de 2007

Fantasmas del genocidio armenio subsisten

Análisis de Jacques N. Couvas

ANKARA - El reconocimiento como genocidio de la masacre de millones de armenios cometida por tropas de Turquía en 1915 y 1916, aprobado por un comité legislativo de Estados Unidos, marcó un giro decisivo en el vínculo entre los dos países.

La señal ha estado escrita en el muro por algún tiempo. Armenios estadounidenses procuran desde hace 20 años un pronunciamiento oficial al respecto.

Los armenios, una minoría cristiana que --junto con griegos y judíos-- constituyeron durante siglos la columna vertebral económica del Imperio Otomano, eran de cuando en vez víctimas de matanzas, frecuentemente alentadas desde el Estado.

La persecución se volvió sistemática hacia finales del siglo XIX. Antes de la cometida en plena Primera Guerra Mundial (1914-1918), hubo masacres a gran escala entre 1894 y 1896 y en 1909.

Tras la derrota a manos de Rusia en la batalla de Sarikemish, en enero de 1915, el ministro de Guerra turco Enver Pasha acusó a los armenios de "quinta columna" y aseguró que sus actividades le dieron ventaja al enemigo.

En esa batalla, murieron 85 por ciento de los 100.000 soldados turcos, en parte por la incompetencia de Pasha como comandante. Pero también es cierto que las tropas rusas recibieron en su avance sobre Turquía desde el este el apoyo de facciones armenias que pretendían formar un estado propio luego del conflicto.

Enver y el ministro del Interior, Talaat Pasha, diseñaron luego de la batalla de Sarikemish un plan para impedir la colaboración de armenios con Rusia y las fuerzas aliadas. El Imperio Otomano estaba alineado con Alemania y el Imperio Astrohúngaro, que serían derrotados en 1818.

El 24 de abril de 1915, fueron arrestados y ejecutados 250 intelectuales y líderes comunitarios armenios. Al mes siguiente, entró en vigor una ley que autorizaba el desplazamiento y deportación masivas de poblados armenios enteros y la confiscación de sus propiedades.

Los soldados que servían en el ejército fueron dados de baja sumariamente y usados como mano de obra barata al servicio de los batallones en el frente. La mayoría de los que sobrevivieron al maltrato y a la hambruna terminaron ejecutados o desaparecidos.

Las atrocidades contra armenios, en particular en el este de Turquía, continuó durante todo el año siguiente. Occidente disponía de numerosos informes sobre la magnitud de la masacre.

El entonces embajador de Estados Unidos, Henry Morgenthau, elevó extensos reportes a su gobierno sobre la situación y reclamó sin éxito contención a Enver y a Talaat. Washington era neutral, pero ingresó en la guerra del lado de los aliados en 1917.

Otros informes fueron elaborados por la espía, escritora y aventurera británica Gertrude Bell.

Las afirmaciones de Morgenthau y Bell fueron las más consideradas por historiadores occidentales para evaluar la masacre, que parece corroborada por registros de diplomáticos y militares alemanes.

Según la versión occidental, 1,5 millones de armenios --es decir, la mayoría de este grupo étnico-- fueron conducidos en una larga marcha a través de la Mesopotamia en condiciones extremadamente duras.

Gran parte de esa marea humana murió en el camino. Los sobrevivientes escaparon a países vecinos y a Occidente. Tribus kurdas que colaboraban con el Imperio Otomano cometieron violaciones, torturas y masacres de armenios.

Mientras, políticos e historiadores turcos han minimizado este acontecimiento, al que se refieren como "el incidente armenio". La cantidad de víctimas, según su versión, se ha visto reducida a lo largo de los años: ahora son 300.000.

Además, aseguran, esa cifra es prácticamente igual a la de musulmanes muertos en el mismo periodo en choques con armenios en el este de Turquía.

Muchos armenios cometieron masacres en 1918, en los levantamientos en Baku, Azerbaiyán, luego de las que ellos mismos sufrieron a manos de milicianos azeríes, aliados con el Imperio Otomano. Los académicos coinciden en que la Primera Guerra Mundial sacó a la superficie lo peor de la conducta humana en todas las facciones.

Para minimizar el daño a la imagen turca sufrido en la opinión pública internacional, el gobierno del primer ministro Recep Tayyip Erdogan admitió en los últimos años que el Imperio Otomano cometió atrocidades, e incluso masacres, pero que estos acontecimientos ya no eran relevantes.

Cuando comisiones legislativas estadounidenses consideraron declaraciones similares en 2000 y 2005, el gobierno turco propuso la formación de un panel de académicos turcos e internacionales para que investiguen los registros oficiales y divulgar sus conclusiones.

"Esto es una cuestión histórica, no política." Ésta es la frase que se repite en la versión oficial turca.

Pero no hay muchos historiadores extranjeros en los archivos turcos, pues el Imperio Otomano ha sido particularmente frugal para registrar por escrito sus decisiones sobre desplazamientos de población y medidas que afectaban a minorías religiosas.

Mientras, Estados Unidos ha vacilado a tomar una posición firme sobre este episodio histórico. Cuarenta de los 51 estados del país lo han calificado de genocidio, así como dos presidentes, ambos republicanos: Gerald Ford y Ronald Reagan.

No obstante, todos los mandatarios, incluido el actual, George W. Bush, emplearon la cifra propuesta por las comunidades armenias: 1,5 millones de muertos.

También se refieren a un genocidio 20 países y organizaciones internacionales como el Parlamento Europeo.

La palabra genocidio fue acuñada en 1943 por el académico judío y polaco Raphael Lempkin para referirse a la masacre de asirios a manos de iraquíes en 1933, la de armenios en la Primera Guerra Mundial y de judíos en la Segunda.

La respuesta del gobierno turco ante las declaraciones oficiales de otros países ha sido contradictoria. Empresas de Canadá e Italia, que reconocen oficialmente la masacre de armenios como genocidio, hacen buenos negocios en Turquía. Francia y Suiza, en las misma situación, han sido excluidas con frecuencia de esos contratos.

Se estima que en Turquía viven hoy entre 40.000 y 70.000 armenios. Después de la declaración del comité legislativo estadounidense, políticos turcos han propuesto expulsarlos.

Al parecer, en Medio Oriente los fantasmas no mueren ni se desvanecen.

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