martes, 8 de mayo de 2007

Rico, gay y mentiroso, acabó fatal

En el MUNDO conservador, hipócrita y feroz de la City, muchos creen que salir del armario los arruinaría. John Browne, director de BP y empresario favorito de Blair, era uno. Mentir sobre su homosexualidad le ha hundido.

Durante años John Browne, barón de Madingley, llevó la vida propia de un solterón remilgado. Sumergido en su trabajo y dedicado a su madre, Paula, Browne se forjó una brillante carrera en el mundo de los negocios y se convirtió en uno de los hombres más poderosos y ricos del mundo. Una mentira, una estúpida mentira, ha acabado con su vida, con su prestigio, con él.

No hace muchos años un periodista del Financial Times le preguntó si era homosexual: «Está ante el hombre equivocado», respondió el ya todopoderoso director ejecutivo de British Petroleum. Mintió. Entonces no sucedió nada. Era una pregunta sin mayor trascendencia a la que, como tantas veces, la respuesta convirtió en trascendente. Browne construía públicamente una mentira que mantendría durante años y que derivaría en otras. La última, el pasado mes de febrero, ante una corte de Justicia. Lord Browne volvió a mentir, cavando su propia tumba.

Su historia de éxito, poder y sexo se ha venido abajo en cuatro meses, 41 años después de que iniciara su carrera hacia la cumbre. En 1966, con apenas 18 años y recién comenzados sus estudios de Física en la Universidad de Cambridge, John Browne decidió seguir el consejo de su padre, un antiguo oficial del Ejército británico y empleado de BP, y empezó a trabajar como aprendiz en la compañía petrolera.

Tal fue la eficiencia y constancia de aquel muchacho, que tres años después BP lo mandaría en calidad de ingeniero a los campos petrolíferos de Anchorage, en Alaska. Pasó 14 años en EEUU. Conoció a fondo el negocio y en 1983 volvió a las oficinas centrales de Londres. Su carrera estaba lanzada.

Nada ni nadie podía frenarlo en la conquista del mundo. Por eso ocultó su condición de gay, una opción sexual absolutamente repudiada en el feroz, conservador e hipócrita mundo de la City.

La muerte de su padre, a comienzo de los años 80, lo unió aún más a su madre. Hizo habilitar un piso en la última planta de su casa de Chelsea para que Paula se trasladara cerca de él y empezó a acudir a todos los actos sociales con ella.

En 1989 John Browne fue nombrado máximo responsable del departamento de exploraciones de BP, en 1991 pasó a formar parte de la cúpula de la empresa y en 1995 fue designado director ejecutivo. Empezaba a fraguarse la leyenda del todopoderoso Rey Sol, el hombre de negocios favorito de Tony Blair, primer ministro británico; el hombre que en su listín telefónico tiene el número privado de Vladimir Putin y que solía reunirse a comer con Blair y el ex ministro Peter Mandelson -que acudía a esos encuentros con su pareja, el brasileño Reinaldo Avila da Silva-.

La madre de Browne murió en 2000. Toda su vida cambió. Ya no era necesario seguir fingiendo para evitarle un disgusto. En 2002 inició, al fin, una relación que parecía complacerle. Una relación con un hombre, Jeff Chevalier, que ha terminado por convertirse en su ruina.

El año pasado, tras pedir consejo al ejecutivo de BP Anji Hunter, estuvo a punto de aprovechar una entrevista en Radio 4 para decir lo que todo el mundo intuía o sabía: que era homosexual. Sus amigos estaban atentos al programa, todo su entorno esperaba que respondiera la verdad a la pregunta que años atrás le habían hecho en el Financial Times. No lo hizo. No habló de ello.

Da igual. Ahora todo se sabe. Chevalier y las mentiras del propio Browne lo han dejado al descubierto. Su caída ha sido veloz. Acumula riqueza, quizá poder, pero ha perdido su buen nombre, por mentir.


En las navidades de 2006, dos años después de romper su relación, Chevalier envió un e-mail a Browne: «No tengo nada que perder... Estoy pasando hambre y estoy sin casa después de cuatro años compartiendo tu estilo de vida... Lo último que quiero pedir es ayuda... Por favor, responde... No quiero ponerte en ningún aprieto pero estoy siendo ninguneado por tu falta de respuesta a mis continuos intentos de comunicarme contigo».

Poco después Chevalier acudió a un periódico, el Mail on Sunday, y ofreció su historia. Browne intentó pararlo, fue a los tribunales y pidió protección. La Justicia dictó un requerimiento para que las revelaciones del joven amante del barón de Madingley no salieran a la luz.

¿En qué consistía ese estilo de vida que añoraba el joven despechado? Él mismo lo contó ante el juez. «Un día, como mi vestimenta no era muy formal para presentarme en público con él, me llevó a Prada para comprarme ropa formal».

Tras la ruptura, Browne le ofreció mantenerlo un año. «Si lo necesitaba, él me podía ayudar mientras pasaba de vivir en casas carísimas, volar en aviones privados, dormir en hoteles de cinco estrellas, vestir trajes de 2.000 libras (3.000 euros) y todas esas cosas a vivir mi vida modesta en Canadá». Según The Times Chevalier llegó a pedirle 300.000 libras (441.000 euros).

Un juicio. Pruebas. Declaraciones. Y una mentira. La mentira de Lord Browne. Tras sostener una y otra vez que Chevalier no decía la verdad, que su historia estaba llena de falsedades e inexactitudes, el director ejecutivo de BP fabuló ante el juez sobre el origen de su relación.

Browne contó en el tribunal -en sesión a puerta cerrada el 23 de febrero- que conoció a Jeff de casualidad mientras corría por Battersea Park. Falso. Browne contactó con el canadiense a través de una página de Internet (www.suitedandbooted.com) que ofrece los servicios de al menos 100 chicos de compañía. Su falso testimonio puede costarle un procesamiento por intentar obstruir el curso de la Justicia.

Esta mentira es la que le ha llevado a la dimisión. Una mentira que no sólo dijo ante el juez David Adley, sino que repitió ante el consejo de BP, al que pidió, además, que investigara si su comportamiento en la empresa había sido incorrecto. Su ex amante empezó a contar a los medios que le dejó usar material y personal de la compañía para gestiones vinculadas a su propia empresa.

Browne dimitió el pasado martes, dos meses antes de su anunciada marcha. Su adiós le supone renunciar (entre acciones, bonos y otros compromisos de la empresa) a un paquete de 15 millones de libras (22 millones de euros). La mentira lo ha hundido. Y sus relaciones sexuales, como a muchos políticos y empresarios británicos heterosexuales u homosexuales.

Algunos conocidos personajes del Reino Unido son gays. No sólo Elton John, no. Se trata del magnate del teatro Sir Cameron Mackintosh, de Waheed Ali, primer Lord en aclarar que era homosexual, de los políticos Michael Portillo o Peter Mandelson, del máximo responsable de la compañía aérea BMI, Michael Bishop. Casos excepcionales en un mundo de lujos donde aún se considera casi delito ser gay o lesbiana.

Ashley Steel, directiva de KPMG, lesbiana confesa, daba la clave tras la caída de Browne. «¿Dónde están las listas rosas de los que trabajan en firmas financieras? ¿Y las de los que trabajan en grandes despachos de abogados? ¿Y las de quienes lo hacen en bancos y aseguradoras?», se plantea Steel. No es que no haya homosexuales, es que lo ocultan por temor a ser señalados. Las citas son en clubes, a escondidas y a través de Internet. Aunque con los laboristas la actitud de la sociedad ha cambiado, los derechos de gays y lesbianas están protegidos, muchos magnates consideran que salir del armario los marca. Y los arruina.

Es, tal vez, el sino de poderosos que se creen intocables y caen por sus relaciones sexuales. Es el caso del presidente del Banco Mundial, Wolfowitz, acusado de promocionar a su novia. Es el caso de Browne, que, quizá avergonzado, mintió para que la gente no supiera que había contactado con un jovencito de 22 años (Chevalier tiene hoy 27) a través de Internet. Sexo y poder. Siempre sexo y poder.

No hay comentarios:

Publicar un comentario