lunes, 10 de septiembre de 2007

Nahar al Bared: mar hirviente de refugiados palestinos

Yadira Cruz Valera

Cuando el ejército libanés anunció su victoria sobre Fatah al Islam y sus soldados bailaban la dabke (danza folklórica libanesa) en Nahar al Bared, más de 30 mil refugiados palestinos lloraban por el futuro incierto.

El 20 de mayo último miembros del grupo islámico se atrincheraron en el campo luego de atracar un banco en Trípoli, y la otrora residencia de miles de palestinos dejó de ser el Río Frío (Nahar al Bared) para convertirse en un mar hirviente.

Fatah al Islam, desconocido hasta entonces, se convirtió en la estrella del momento robándose el show en el Oriente Medio, en tanto la situación de los refugiados era ignorada.

A los 103 días el grupo armado es aniquilado tras intensos enfrentamientos y el despliegue de cientos de efectivos equipados con sofisticados medios de combate, enviados oportunamente por Estados Unidos.

Con el triunfo, el Líbano retorna a una aparente calma, el ejército y su máximo jefe, Michel Suleiman, gozan ahora de un pertinente prestigio por su triunfo sobre los combatientes islámicos y lo que el propio primer miistro Fuad Siniora identificó como terrorismo.

Después de la victoria una interrogante flota en el aire: ¿qué pasará con el destruido campamento y sus habitantes?

Antes del conflicto, Nahar al Bared era el campo de refugiados palestinos más poblado de los existentes en el Líbano, con serios problemas de infraestructura, pobreza y desempleo, según informes de organizaciones palestinas.

Comenzados los combates Franklin Lamd, experto norteamericano en temas libaneses, visitó el campo y escribió: “Después de tres días de bombardeo, hay más de 100 muertos, no hay agua, ni electricidad, huele a carne quemada y podrida, a casas carbonizadas, a aguas servidas y el acre olor de munición”.

A los dos meses de los enfrentamientos el 80 por ciento del campo estaba destruido, según fuentes de la Cruz Roja Internacional.

Denuncias de civiles muertos a manos de ambos contendientes cuando intentaban huir, acusaciones al ejército de violaciones, torturas y detenciones indiscriminadas a los palestinos circularon por esos días en algunos medios de difusión.

Personal de Salud de la Clínica Shifa aseguraron que en ese centro se atendieron más de 30 casos que presentaban secuelas de tormentos físicos y abusos sexuales.

Más de 30 mil personas huyeron hacia campamentos cercanos, dejando atrás sus escasas pertenencias y sus precarias viviendas a merced de los proyectiles libaneses y las minas sembradas por los milicianos.

Luego de tres meses y medio de continuos bombardeos aéreos y terrestres, Nahar al Bared es hoy un amasijo de escombros, sangre, huesos y polvo, donde muy poco queda en pie.

Mientras, en el vecino campamento de Badawi las paredes de Beit al Aftal (casa de los niños) son un mudo testigo del horror vivido por los infantes y dibujos sobre la guerra tapizan las paredes, según describe una crónica de Enrique Rubio publicada en la página web Gara.

Los pequeños, en su mayoría tienen incontinencia urinaria, sufren ataques de pánico y pesadillas, y en un alto índice padecen enfermedades mentales como la esquizofrenia, explicó Jacques Hureiki, siquiatra de ese centro.

En virtud de un acuerdo tácito alcanzado en 1969, el ejército libanés tenía vedada la entrada al interior de los campamentos, donde la seguridad es responsabilidad de las milicias palestinas. El conflicto sirvió de justificación para romper tal acuerdo.

Un día después del anunciado triunfo en Nahar al Bared, Siniora prometió que emprendería la reconstrucción del campo, pero advirtió que a partir de ahora quedaría bajo la tutela del Estado y solicitó a los palestinos no regresar por el momento.

Durante la guerra del Líbano que terminó en 1990 los campos de Nabatieh, Dikwaneh y Jisr el-Basha fueron destruidos en la contienda y nunca fueron reconstruidos.

El ejército libanés intenta demostrar que las frías aguas en Nahar al Bared volvieron a tomar su cauce. Se autocomplace y celebra su pretendida gloria, en tanto, los ya de por sí vilipendiados residentes palestinos suman nuevas penurias a su desdicha.

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