martes, 4 de septiembre de 2007

Buenos Aires, capital gay de Iberoamérica

Una cuarta parte de los visitantes de la ciudad argentina es homosexual  La tolerancia bonaerense, que se ha traducido en leyes para este colectivo, clave de esta «avalancha»

Algo tan básico como la tolerancia bonaerense se ha convertido en una de las razones de la avalancha de turismo rosa que ya abarca el 25 por ciento de los viajeros que llegan a la cuna de Borges.
El Estado ha sabido traducir la mentalidad argentina en leyes, con la aprobación, en diciembre del pasado año, de la Ley de Unión Civil que legaliza las uniones entre parejas del mismo sexo. Algunos beneficios que gozan quienes se unen por esta ley son compartir la obra social (seguro de salud) o acceder a un crédito. Esta norma rige únicamente en la ciudad de Buenos Aires, no en el resto del país.
César Cigliutti, presidente de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), explica a LA RAZÓN que aún quedan varias cosas por lograr: «Sobre todo, tener una ley nacional, no sólo de Buenos Aires».
Una de la madrugada de un viernes, la fila del Club Congo en el selecto barrio de Palermo supera las 30 personas. Hace frío en la capital y nos decantamos por otro local de diseño moderno. Se llama Chueca y desde la entrada se vislumbra tranquilidad. Sin embargo, unas escaleras nos llevan a un piso superior mucho más animado. El público mayoritariamente gay baila y se besa a ritmo de house.
Es fácil acabar en un boliche (bar) gay en la capital. La comunidad gay en Buenos Aires tiene vida propia con lugares específicos de reunión, siendo la Avenida Santa Fe y la Avenida Pueyrredón una de las zonas de encuentro más destacadas de la ciudad. Por sus calles resulta fácil encontrar grupos de chicos que se agolpan en los lugares emblemáticos sin conocerse. Después de encontrarse en estos puntos, anunciados en panfletos y mapas destinados a un público homosexual, entablan amistad y recorren juntos la capital.
Destinos no les faltan. Existe una gran cantidad de pubs, bares, restaurantes, cines, gimnasios y discotecas gays. Generalmente, los clubes abren sus puertas a la medianoche y la diversión se prolonga hasta la mañana siguiente, non-stop.
Aparte proliferan gran cantidad de lugares «gay-friendly», tolerantes con la comunidad homosexual, donde éstos pueden sentirse integrados y no discriminados por su condición. En las céntricas galerías de «Bond Street» hasta los tatuadores han sabido adaptarse.
«El te quiero Laura ha sido sustituido por el te amo Manuel», comenta Samuel, que regenta uno de los locales de tatuajes más conocidos en la galería. «Cada vez más chicos se tatúan nombres de hombres en su cuerpo. Muchos nos piden que les tatuemos los marineros que ilustran la publicidad del perfume de Jean Paul Gaultier, algo que por otro lado me parece muy grasa (hortera)», confiesa Samuel.
En el alojamiento también se percibe el cambio de la demanda. Sebastián regenta un hostal llamado Casa Buenos Aires. Aunque habitualmente el público gay prefiere lugares más costosos, Sebastián ha observado un incremento de sus huéspedes homosexuales.
David Cerdas, de Costa Rica, pasea de la mano con su novio porteño. Ambos sonríen mientras hacen sus compras en la Plaza Serrano: «Es un placer poder besar a mi novio cuando quiera, sin tener que mirar dónde lo hago», destaca.
El auge de parejas del mismo sexo también se ha experimentado en los Telos -albergues transitorios-, muy populares entre los jóvenes que eligen esta opción ante la falta de medios y casa propia. En este tipo de locales resulta posible alquilar habitaciones por tan sólo unas horas.

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