domingo, 1 de abril de 2007

¿Por qué queremos tanto a Knut?

Miles de personas hacen cola en el zoo de Berlín para poder ver a Knut, el oso estrella que recibió su ‘‘bautismo’’ oficial el pasado fin de semana convirtiéndose en el icono simbólico del 50 aniversario de la UE. Hoy, los políticos ya preparan la difusión de su imagen como llamada de alerta sobre el avance del cambio climático que afecta sobre todo a los osos polares.

M. J. Gandariasbeitia
Tal vez sea por su aire inocente o por esos ojos como dos botones negros clavados en una bola de nieve. O quizá sea la imagen desvalida de Knut la que congregó a 30.000 personas el pasado fin de semana en el zoo de Berlín. Pero quizá haya algo más. Knut, el bebé de oso polar nacido hace tres meses en cautividad, puede recordar a los más concienciados la amenaza que el cambio climático supone para muchas especies, entre ellas ésta, la de l oso polar. Es difícil saber por qué una multitud espera en cola durante horas para contemplar con la boca abierta a este peluche retozón que se ha convertido en la estrella del Zoo de Berlín, pero no se puede negar que su presentación oficial ha sido de las que hacen época.

El pasado sábado, la plana mayor de la política europea -27 líderes- celebraba en la capital alemana el 50 aniversario de la UE cuando Knut posaba para cientos de fotógrafos como una pequeña vedette. Dicen que hasta Romano Prodi quiso ver de cerca esta juguetona bola de pelo tan singular, la primera cría de oso polar nacida en este zoo desde hace más de treinta años.

Instinto protector

Realmente la historia de Knut es tan conmovedora que se comprende esa reacción general casi unánimemente protectora de su pequeña figura de casi cuatro meses y ocho kilos de peso. El nacimiento de este osezno en diciembre pasado fue todo un acontecimiento: casi no se recordaba un hecho igual en cautividad y se esperaba que el animal pudiera desarrollarse en ese medio. Pero ocurrió que su madre, ‘‘Tosca’’, sin ningún espíritu maternal, renegó de él y de su hermano gemelo, que murió poco después.

La orfandad de Knut y su total indefensión llevaron a Thomas Dorflein a ‘‘adoptarlo’’. Primero lo llevó a la incubadora y luego lo alimentó con el biberón como si se tratara de un niño.

Mientras tanto, los berlineses seguían pendientes del estado de salud del osezno con una especie de responsabilidad compartida con su cuidador. Era un padrinazgo casi colectivo, aunque con algunas reservas...

La primera voz crítica vino del lado de un ecologista, Frank Albrecht, que dijo a ‘‘Der Spiegel’’ que «la crianza por parte de un ser humano va en contra de la naturaleza y podrá acarrerar problemas de comportamiento al animal de por vida», sugiriendo incluso el sacrificio del animal. Sus palabras causaron un absoluto rechazo. La gente en general y otros especialistas se opusieron de inmediato. Eso, ni pensarlo, venían a decir.

La Asociación Protectora de Animales de Alemania, por ejemplo, aunque puntualizó que estaba en contra de propagar la ‘‘humanización’’ de los animales, precisaba «que no hay razones para matar a Knut», añadiendo que las leyes alemanas afirman que, para matar a cualquier animal, deben existir siempre razones sensatas.

Tanto creció la cuestión que la polémica la tuvo que zanjar un ministro. Fue precisamente el responsable alemán de Medio Ambiente, Sigmar Gabriel, quien apadrinó oficialmente a Knut y por si fuera poco anunció que Alemania lo iba a utilizar como símbolo para la próxima conferencia mundial sobre protección de las especies que este año se celebrará en Bonn. El título le ha venido al osezno como anillo al dedo porque el oso es el símbolo berlinés -es la figura de los premios de la Berlinale- y además, dada la belleza de este cachorro, ya le han encargado a una fotógrafa de postín como Annie Leibowitz que le haga las fotos de presentación de embajador de la conservación medioambiental.

No en vano, tal como señalaba el ministro alemán de Medio Ambiente, Knut es un oso polar fetiche aunque no conozca los hielos. «Hay pocos animales que simbolicen tan bien las consecuencias del cambio climático como el oso polar, pues sin hielo dejará de haber osos polares», señaló, recalcando además que esta especie empieza a tener problemas por el proceso de deshielo que avanza.

Insistía en ello también el director del Zoológico, que agradecía el éxito mediático de Knut en favor de la naturaleza, aunque días después la alegría por esta mascota recién llegada se viera ensombrecida por la muerte de otro de los emblemas del zoo berlinés: la osa panda Yan Yan, que ha aparecido muerta esta semana de forma inexplicable a los 22 años. Yan Yan había llegado a Berlín en 1979, fruto del hermanamiento de la capital alemana con Pekín. Desconociendo las causas del fallecimiento, el Zoológico de Berlín tiene la intención de hacerse con una joven pareja de esta especie, ya que son muy pocos los zoos que cuentan con un ejemplar.

Baño de multitudes

Mientras tanto, ajeno a estas vicisitudes y polémicas, el pequeño Knut repite su papel de figura multitudinaria en cuanto se asoma. Cada aparición suya es una algarabía. El osito retoza, se baña, da volatines y besos a su cuidador y posa como una estrella. Los fotógrafos le rodean en cada sesión igual que a las grandes vedettes del cine en Cannes. El Zoo de Berlín parece La Croisette.

Visto el fenómeno, se entiende que la prensa internacional que el sábado pasado cubría el aniversario de la UE, tuviera un ojo en las fotos de familia de los dignatarios y otro en esta criatura recién llegada a la fama. Y también se comprende que los políticos buscaran un hueco para acudir al zoo... o al menos así lo manifestaran en público.

Lo que ha venido después ya no depende de Knut. Las crónicas hablan de la ‘‘Knutmanía’’ desatada en Berlín estos días. En una semana se han vendido los 2.400 peluches fabricados a toda prisa desde la presentación en sociedad del bebé polar y ya se están preparando las postales, bolsas de tela, DVDs, Cds, llaveros y camisetas con la imagen de la bola blanca, además de politonos para los móviles con la canción ‘‘Knut is gut’’, que tendrá versiones en italiano, inglés y francés. Todo, para animar el consumo.

El zoológico de Tiergarten, situado en el corazón de Berlín, no se puede quejar del empujón mediático. Las 30.000 personas que pasaron por taquilla el primer fin de semana animan su esperanza de superar este año los 2,5 millones de visitantes. Todo ello por la gracia de Knut.

No hay comentarios:

Publicar un comentario