viernes, 14 de agosto de 2009

Woodstock: Cuando el caos se vuelve mito

Hace 40 años que Joe Cocker entró a formar parte de la Historia del Rock.

Se habían anunciado “tres días de música y paz”. El festival de Woodstock de 1969 se convirtió en un mito de la historia de la música rock –a pesar de las drogas y las luchas de barro bajo la lluvia.

“Woodstock no es ni un lugar ni un acontecimiento –sino un estado de ánimo”, dice Ilene Marder,
habitante de Woodstock desde hace mucho tiempo. El legendario festival de música tiene el nombre de la pequeña ciudad situada al norte de Nueva York, aunque el espectáculo, que empezó el 15 de agosto de 1969, tuviera lugar en una explanada en Bethel, a 113 kilómetros de Woodstock.

18 dólares por Hendrix, Cocker y Jefferson Airplane
Por 18 dólares de entrada había un cartel de lujo: Country Joe McDonald, Jimi Hendrix, Joe Cocker y Jefferson Airplane –un total de 32 grupos y solistas. Se esperaban 60.000 personas. Acudió un millón.
La organización se desbordó, se rompieron vallas –Woodstock se convirtió en un festival libre. Sólo con los ingresos de las películas de Woodstock, los organizadores pudieron evitar más tarde la bancarrota.

Haz el amor y no la guerra
El himno de Woodstock, creado por Joni Mitchells, se convirtió en el credo de una nueva generación: paz y amor contra la guerra de Vietnam. Arlo Guthrie sintió en el festival que era parte de la Historia. “Me di cuenta de que todos vivimos en un mundo en el que sucedían muchas cosas. Este pensamiento me sorprendió por la noche”.
Acudieron un millón.A pesar de la emotiva versión del himno estadounidense tocada a la guitarra por Jimi Hendrix y de la esperanza de una “nueva América”, la política y el pop en Woodstock seguían muy distanciados. Cuando el líder hippie Abbie Hoffman quiso leer una declaración política durante la actuación de The Who, el guitarrista Pete Townsend la emprendió con él a guitarrazos en el escenario.

Entre el público también se encontraba el estadounidense Christopher Phillips. Bajo la copiosa lluvia, el actual periodista de cultura consiguió llegar al escenario, desde donde vislumbró la imagen de una catástrofe: por todas partes deambulaba gente bajo mantas para permanecer seca y darse calor. Y en cuanto al olor, Christopher declara: “Era una mezcla de orina, excrementos y marihuana, que con la humedad se hacía todavía más fuerte. Todavía hoy me pongo malo al recordarlo”.

Un acontecimiento inigualable
A pesar del caos, el festival se convirtió rápidamente en un mito. Los medios confirmaron el éxito del festival de tres días de paz, amor y música. Aunque, según Phillips, el festival de Woodstock también se podría haber presentado como “un acontecimiento inigualable lleno de excesos con las drogas, leyes violadas y sexo desenfrenado”. Y continúa: “El presidente Nixon podría haber mandado a la Guardia Nacional para poner fin al desacato de los valores morales norteamericanos.”

Unos meses después de Woodstock, un joven negro fue asesinado delante del escenario en el Festival Altamont durante el concierto de los Rolling Stones. Para la fecha, los sueños floricos del
movimiento hippie ya se habían desvanecido. Y hoy ya no queda mucho del espíritu que impulsó el legendario festival de Woodstock. En vez de “paz y amor”, en los festivales de Woodstock de 1994 y 1999 dominaron el control y el comercio. Incluso el museo que abrió sus puertas el año pasado en Bethel tiene poco que ver con el espíritu de los años sesenta. En la explanada del festival ahora hay carteles de prohibición: “No fumar. No acampar. No hacer música alta.”

Cambiar el mundo
Para Graham Nash, esto no cambia nada en el significado histórico de Woodstock. El festival ha mostrado que “el amor es mejor que el odio y la paz mejor que la guerra.” El músico añade: “A pesar de la oposición de la sociedad, se ha podido cambiar el mundo. Y todavía se puede hacer hoy.” Y concluye: “Tenemos que difundir los valores de amor y paz. Y la creencia –como en Woodstock- de que no estamos solos en este mundo”.

Autor: Michael Kleff
Editor: Emilia Rojas Sasse

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