sábado, 25 de octubre de 2008

La violencia inevitable

Por Cherrie Heywood

RAMALÁ, Palestina, 21 oct - La difícil coexistencia entre judíos y árabes israelíes se complicó aun más luego de una serie de disturbios en la ciudad de de Acre, en el norte de Israel.

La violencia de la semana pasada, de la peor vista en el país hace muchos años, era inevitable, según organizaciones de derechos humanos, que acusan al Estado de tratar a los árabes israelíes como ciudadanos de segunda clase.

La Asociación para los Derechos Civiles en Israel en sus últimos informes ha revelado que el racismo contra los árabes israelíes ha crecido en "forma drástica", así como los "incidentes anti-árabes".

El parlamentario árabe Mohammad Barakeh acusó a la policía israelí de discriminación en su trato a los ciudadanos árabes, y acusó a los políticos judíos de "usar un lenguaje racista en vísperas de las elecciones municipales".

Setenta por ciento de la población de Acre es judía, y el resto árabe. Es una de las varias ciudades israelíes con una población mezclada árabe-judía.

Los árabes, de ascendencia palestina, representan aproximadamente un quinto de la población total israelí de siete millones.

En la violencia de cinco días, varios hogares árabes fueron incendiados, ambulancias fueron atacadas, propiedades judías saqueadas, más de 60 personas fueron detenidas y otras decenas resultaron heridas.

Los combates comenzaron luego de que Tawfiq Jamal, un árabe, fue atacado cuando viajaba en su automóvil por un vecindario predominante judío de Acre al comienzo del Día del Perdón, uno de los más sagrados del judaísmo. Un grupo de judíos ortodoxos acusaron a Jamal de no respetar la celebración.

El automóvil fue apedreado y Jamal golpeado. Pronto se propagaron los rumores en los barrios árabes de que había asesinado, motivando que cientos de jóvenes salieran a las calles con bates y cuchillos y se enfrentaran con los judíos.

La policía declaró el estado de emergencia, y cientos de efectivos fueron distribuidos en la ciudad. Los disturbios finalmente fueron controlados, pero la tensión continúa.

Mientras la ciudad intentaba recuperarse del daño físico y psicológico causado por los enfrentamientos, analistas y políticos llenaban las páginas de los diarios con teorías sobre las causas de lo sucedido.

La discriminación fue señalada como uno de los factores más importantes.

En teoría, los árabes israelíes tienen exactamente los mismos derechos que los judíos israelíes. Tanto la declaración de independencia como las leyes fundamentales de Israel oficialmente subrayan la igualdad para todos los ciudadanos, sin importar su religión. Pero en la práctica esto no se produce.

Encuestas realizadas en los últimos años muestran que una significativa mayoría de israelíes no están dispuestos a vivir en el mismo edificio con árabes, ni a invitarlos a sus casas. Muchos israelíes incluso piden su expulsión.

Lucy Mair, autora del informe "Fuera del mapa: las violaciones a los derechos de tierra y vivienda en las aldeas beduinas no reconocidas de Israel", de la organización Human Rights Watch (HRW), señala que uno de los sectores más marginados en este país es justamente ese grupo nómade.

Muchos beduinos, a pesar integrar el ejército o ejercer la abogacía o la medicina, viven en casas ruinosas y carecen de servicios básicos como luz y agua.

"Las autoridades israelíes deliberadamente elaboraron planes en los años 60 para ignorar las aldeas beduinas y considerarlas ilegales, y por tanto sin derecho a servicios básicos o a permisos de construcción", indica el estudio. Muchos de los hogares fueron luego demolidos por no tener permisos.

El desempleo es más alto entre los árabes israelíes, en comparación con sus pares judíos. Esto es tanto consecuencia de la discriminación laboral como del sistema educativo desigual.

Varios años atrás, HRW realizó un estudio sobre estas diferencias, basándose principalmente en estadísticas oficiales. La investigación descubrió que los árabes debían estudiar bajo pésimas condiciones edilicias, con clases superpobladas, y que los profesores de ese origen tenían un salario mucho menor comparado con el de sus pares judíos.

El Ministerio de Educación reconoció que invertía menos en el sistema educativo árabe que en el judío, y prometió equilibrar la situación.

Los árabes israelíes también sufren discriminación a la hora de adquirir tierras. El Fondo Nacional Judío controla la mayor parte del territorio israelí y estipula que sólo los judíos pueden comprar tierras.

Los árabes tampoco pueden vivir en Israel con esposas procedentes de los territorios palestinos ocupados, pero esposas judías originarias de otros países tienen derecho automático a la ciudadanía, explicó la organización de derechos humanos B’Tselem.

Las casas de los palestinos construidas sin autorización en Jerusalén oriental son más propensas a ser demolidas que las de los judíos que lo hacen en la misma condición en Jerusalén occidental. También tienen más dificultades para obtener permisos, señaló Jeff Halpfer, del Comité Israelí Contra las Demoliciones de Casas.

"Israel también está llevando a cabo una política de judaización de Jerusalén oriental, dificultando que los residentes palestinos obtengan su estatus de residencia, para así crear una mayoría judía", explicó a IPS Suhail Khalilieh, jefe de la Unidad de Asentamientos del Instituto de Investigación Aplicada de Jerusalén.

Hace varios años, el Grupo Internacional de Crisis, organización para la resolución de conflictos, aconsejó a Israel trabajar contra la discriminación. La mayoría de sus recomendaciones aún no han sido implementadas.

Muchos árabes se sienten alienados también políticamente, ya que no participan de la misión sionista, que fue la base de la creación del Estado de Israel.

El analista Walid Sharaffa, profesor de cultura y medios de la Universidad de Birzeit, alertó que habrá más violencia.

"A menos que se haga más para reducir la brecha cultural e ideológica entre las poblaciones árabe y judía, Israel sufrirá una rebelión interna en el futuro cercano", dijo a IPS.

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