Análisis de Jerrold Kessel y Pierre Klochendler
Las dudas sobre las intenciones del nuevo gobierno de Israel ante Palestina se resumen en la frase "si quieres paz, prepárate para la guerra". La dijo el canciller Avigdor Lieberman, mientras el primer ministro Benjamín Netanyahu mantenía un estratégico silencio.
Mientras, Netanyahu asegura que se esforzará por llegar a un acuerdo de paz, pero no dice nada sobre la creación de un Estado palestino como parte de una solución.
Prominentes figuras de la Unión Europea y sus países --entre ellos, Javier Solana, máximo representante diplomático del bloque, y el canciller sueco Carl Bildt-- y senadores estadounidenses anunciaron la semana pasada que su actitud ante el nuevo gobierno israelí sería de apertura y no de enfrentamiento.
Sus interlocutores, figuras cercanas a Netanyahu, tomaron nota.
Eso significa que el primer ministro será juzgado por sus acciones y no por lo que dijo durante la campaña electoral, y que el mundo espera que Israel no adopte una posición de línea dura e inflexible, según dijeron a los israelíes cercanos al primer ministro sus destacados interlocutores internacionales.
Al presentar el martes su gabinete para someterlo al aval de la Knesset (parlamento), Netanyahu declaró: "No queremos gobernar a los palestinos. Bajo el acuerdo de estatus permanente, los palestinos tendrán toda la autoridad necesaria para gobernarse a sí mismos."
Agregó que su gobierno cumpliría todos los acuerdos firmados entre Israel y la Autoridad Nacional Palestina.
El debate continúa, dentro de la comunidad internacional y dentro de Israel. ¿Es posible que haya cambiado de opinión el hombre que siempre se manifestó convencido de que toda la antigua Palestina integra el territorio de la patria judía?
Su discurso ante la Knesset sugiere que estará más abierto de lo previsto a iniciativas de paz para la creación de un Estado palestino que coexista con Israel.
Pero, mirado de cerca, el compromiso equivale a retrotraerse al punto en que estaba el conflicto hace 30 años, cuando Israel firmó un acuerdo de paz con Egipto y apenas se mencionaba superficialmente la posibilidad de autonomía para los palestinos, y ni qué hablar de un Estado propio.
Lo que podría verse como más alarmante es lo que Netanyahu no dijo luego de las declaraciones de su ministro de Relaciones Exteriores.
Lieberman se promueve como un dirigente franco, que dice exactamente lo que piensa sin cálculos políticos.
Refiriéndose a cómo se acercará Israel a cualquier nuevo proceso de paz, declaró al diario Haaretz, pocas horas después de asumir el cargo, que "Israel contrajo obligaciones relativas a la hoja de ruta y las cumplirá". Pero, acotó, "debe haber una reciprocidad palestina".
De todos modos, observó que había votado en el gabinete anterior contra la hoja de ruta.
Antes, al asumir el cargo en el Ministerio de Relaciones Exteriores, Lieberman declaró que el gobierno no se sentirá comprometido en el denominado "proceso de Anápolis", patrocinado por Estados Unidos, bajo el cual el gobierno precedente venía participando en negociaciones de paz con los palestinos con miras a un acuerdo definitivo.
"Quien piense que puede lograr algo sólo mediante concesiones, incita más presión y más guerras. Si quieren paz, prepárense para la guerra", agregó Lieberman ante la conmoción del equipo diplomático que se encargará de ofrecerle al mundo este intransigente enfoque israelí.
Por otro lado, en su entrevista con Haaretz, Lieberman no se anduvo con miramientos a la hora de criticar al gobierno saliente por no cumplir con las propias obligaciones de Israel bajo las disposiciones de la hoja de ruta.
"¿Cuántos asentamientos evacuaron? ¿Cuántos controles carreteros eliminaron?", preguntó.
Halcón manifiesto también calificado de un matón (antes de iniciarse en la política nacional trabajó como guardia de seguridad en una discoteca universitaria), Lieberman se exhibe como una suerte de inconformista.
El flamante canciller dijo estar listo para aceptar la solución de dos estados y declaró que incluso estaría dispuesato a abandonar su casa en el asentamiento judío de Nokdim, en Cisjordania, siempre que los términos fueran los correctos. "Pero no podemos dejarlo todo a cambio de nada. Debe haber una reciprocidad", expresó.
Eso recuerda la consigna del anterior gobierno de Netanyahu (1996-1999), cuando Lieberman era director de la oficina del primer ministro: "Usted da, usted recibe; usted no da, usted no recibe." El mundo observará con atención si el paso del tiempo lo volvió más conciliador. Sobre la posibilidad de conciliar con Siria, Lieberman dijo: "No accederemos a retirarnos de las alturas del Golán. La paz sólo será a cambio de paz."
En cuanto a Egipto, intentó suavizar sus duras críticas pasadas al presidente Hosni Mubarak "Puede irse al infierno" si continúa negándose a hacer una visita oficial a Israel, dijo.
En otra instancia, Lieberman sugirió que en caso de deteriorarse la "paz fría" entre los dos países, la represa egipcia de Asuán podría ser un blanco de ataque israelí.
El miércoles, el ahora canciller dijo a los diplomáticos con quienes se entrevistó que "Egipto es un factor importante en el mundo árabe y en el mundo en general. Respeto a los otros, pero quiero que nos respeten. Apoyo el principio de reciprocidad".
El conflicto árabe-israelí se mantiene en un estado de vengativo limbo diplomático. La comunidad internacional es muy consciente de eso. Pero mientras trata de resucitar el proceso de paz debe asumir un desafío a dos puntas.
Por un lado, la regresión en la actitud de Israel hacia sus vecinos árabes, tanto con los que firmaron acuerdos de paz (Egipto, Jordania y la Autoridad Nacional Palestina) como con los que todavía no.
Y por el otro, la advertencia esta semana de la Liga Árabe en Doha: los jefes de Estado y de Gobierno advirtieron que no mantendrá para siempre su iniciativa de paz si Israel continúa ignorándola.
Las dudas sobre las intenciones del nuevo gobierno de Israel ante Palestina se resumen en la frase "si quieres paz, prepárate para la guerra". La dijo el canciller Avigdor Lieberman, mientras el primer ministro Benjamín Netanyahu mantenía un estratégico silencio.
Mientras, Netanyahu asegura que se esforzará por llegar a un acuerdo de paz, pero no dice nada sobre la creación de un Estado palestino como parte de una solución.
Prominentes figuras de la Unión Europea y sus países --entre ellos, Javier Solana, máximo representante diplomático del bloque, y el canciller sueco Carl Bildt-- y senadores estadounidenses anunciaron la semana pasada que su actitud ante el nuevo gobierno israelí sería de apertura y no de enfrentamiento.
Sus interlocutores, figuras cercanas a Netanyahu, tomaron nota.
Eso significa que el primer ministro será juzgado por sus acciones y no por lo que dijo durante la campaña electoral, y que el mundo espera que Israel no adopte una posición de línea dura e inflexible, según dijeron a los israelíes cercanos al primer ministro sus destacados interlocutores internacionales.
Al presentar el martes su gabinete para someterlo al aval de la Knesset (parlamento), Netanyahu declaró: "No queremos gobernar a los palestinos. Bajo el acuerdo de estatus permanente, los palestinos tendrán toda la autoridad necesaria para gobernarse a sí mismos."
Agregó que su gobierno cumpliría todos los acuerdos firmados entre Israel y la Autoridad Nacional Palestina.
El debate continúa, dentro de la comunidad internacional y dentro de Israel. ¿Es posible que haya cambiado de opinión el hombre que siempre se manifestó convencido de que toda la antigua Palestina integra el territorio de la patria judía?
Su discurso ante la Knesset sugiere que estará más abierto de lo previsto a iniciativas de paz para la creación de un Estado palestino que coexista con Israel.
Pero, mirado de cerca, el compromiso equivale a retrotraerse al punto en que estaba el conflicto hace 30 años, cuando Israel firmó un acuerdo de paz con Egipto y apenas se mencionaba superficialmente la posibilidad de autonomía para los palestinos, y ni qué hablar de un Estado propio.
Lo que podría verse como más alarmante es lo que Netanyahu no dijo luego de las declaraciones de su ministro de Relaciones Exteriores.
Lieberman se promueve como un dirigente franco, que dice exactamente lo que piensa sin cálculos políticos.
Refiriéndose a cómo se acercará Israel a cualquier nuevo proceso de paz, declaró al diario Haaretz, pocas horas después de asumir el cargo, que "Israel contrajo obligaciones relativas a la hoja de ruta y las cumplirá". Pero, acotó, "debe haber una reciprocidad palestina".
De todos modos, observó que había votado en el gabinete anterior contra la hoja de ruta.
Antes, al asumir el cargo en el Ministerio de Relaciones Exteriores, Lieberman declaró que el gobierno no se sentirá comprometido en el denominado "proceso de Anápolis", patrocinado por Estados Unidos, bajo el cual el gobierno precedente venía participando en negociaciones de paz con los palestinos con miras a un acuerdo definitivo.
"Quien piense que puede lograr algo sólo mediante concesiones, incita más presión y más guerras. Si quieren paz, prepárense para la guerra", agregó Lieberman ante la conmoción del equipo diplomático que se encargará de ofrecerle al mundo este intransigente enfoque israelí.
Por otro lado, en su entrevista con Haaretz, Lieberman no se anduvo con miramientos a la hora de criticar al gobierno saliente por no cumplir con las propias obligaciones de Israel bajo las disposiciones de la hoja de ruta.
"¿Cuántos asentamientos evacuaron? ¿Cuántos controles carreteros eliminaron?", preguntó.
Halcón manifiesto también calificado de un matón (antes de iniciarse en la política nacional trabajó como guardia de seguridad en una discoteca universitaria), Lieberman se exhibe como una suerte de inconformista.
El flamante canciller dijo estar listo para aceptar la solución de dos estados y declaró que incluso estaría dispuesato a abandonar su casa en el asentamiento judío de Nokdim, en Cisjordania, siempre que los términos fueran los correctos. "Pero no podemos dejarlo todo a cambio de nada. Debe haber una reciprocidad", expresó.
Eso recuerda la consigna del anterior gobierno de Netanyahu (1996-1999), cuando Lieberman era director de la oficina del primer ministro: "Usted da, usted recibe; usted no da, usted no recibe." El mundo observará con atención si el paso del tiempo lo volvió más conciliador. Sobre la posibilidad de conciliar con Siria, Lieberman dijo: "No accederemos a retirarnos de las alturas del Golán. La paz sólo será a cambio de paz."
En cuanto a Egipto, intentó suavizar sus duras críticas pasadas al presidente Hosni Mubarak "Puede irse al infierno" si continúa negándose a hacer una visita oficial a Israel, dijo.
En otra instancia, Lieberman sugirió que en caso de deteriorarse la "paz fría" entre los dos países, la represa egipcia de Asuán podría ser un blanco de ataque israelí.
El miércoles, el ahora canciller dijo a los diplomáticos con quienes se entrevistó que "Egipto es un factor importante en el mundo árabe y en el mundo en general. Respeto a los otros, pero quiero que nos respeten. Apoyo el principio de reciprocidad".
El conflicto árabe-israelí se mantiene en un estado de vengativo limbo diplomático. La comunidad internacional es muy consciente de eso. Pero mientras trata de resucitar el proceso de paz debe asumir un desafío a dos puntas.
Por un lado, la regresión en la actitud de Israel hacia sus vecinos árabes, tanto con los que firmaron acuerdos de paz (Egipto, Jordania y la Autoridad Nacional Palestina) como con los que todavía no.
Y por el otro, la advertencia esta semana de la Liga Árabe en Doha: los jefes de Estado y de Gobierno advirtieron que no mantendrá para siempre su iniciativa de paz si Israel continúa ignorándola.
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